Homilía 20 de Marzo de 2016 – Domingo de Ramos
LA ENTRADA DE JESÚS A JERUSALEM ESTABLECE EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
DOMINGO DE RAMOS -CICLO C
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Domingo, 20 de marzo de 2016
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Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (22,14–23,56):
En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos
al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. El le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insitían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes,
que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al vera a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre si.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: «Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Caed sobre nosotros», y a las colinas: «Cubridnos»; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿que harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».
Palabra del Señor
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HOMILIA
LA ENTRADA DE JESUS A JERUSALEM ESTABLECE EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD
Queridos hermanos,
Con la celebración del domingo de ramos, nos adentramos al Misterio central de la Redención. Es bastante prodigioso que este Misterio de la Redención, está enmarcado por dos acontecimientos que son el principio y el fin de este Misterio Redentor: el anuncio del Reino, con la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y el establecimiento de este Reino, con la resurrección de Cristo.
Lo que quiere decir que todo este Reino de la Redención, va en función del establecimiento del Reino de Dios entre los hombres, por medio de su Divina Voluntad.
La entrada de Jesús a Jerusalén, está precedida por el dolor de Jesús, que mirando a la ciudad, llora de tristeza, como una persona que sabe que debe llorar solo, sin esperar consuelo y comprensión de alguien, por un dolor que no puede ser anulado y que, sin perdón, debe ser sufrido. Llora por la corrupción que fermenta y que pudre a quien no tiene decidida voluntad de conservarse honesto y que no quiere recibir la santidad que viene de los cielos. Llora por aquellos que no recibiendo la redención, se excluirán ellos mismos del Reino que habiendo sido anunciado, es certificado con esta entrada como signo del dominio que Dios ejercerá sobre quienes realmente lo reciban.
Satanás será derrotado, su reino destruido y como león rugiente estará buscando a quien devorar con el fin de impedir que conozcan y que hagan la voluntad del Padre. Se establecerá el Reino de Dios y nosotros hemos sido elegidos para este Reino.
“¡Ah, si al menos en esta hora que te queda supieras venir a quien sería tu paz! ¡Sí al menos comprendieras en esta hora al Amor que pasa por ti, y te despojaras del odio que te ciega y te enloquece, que te hace cruel respecto a ti misma y a tu bien! ¡Pero llegará el día en que recordarás esta hora! ¡Demasiado tarde, entonces para llorar y arrepentirte!, Jerusalén”.
La gente espera con ramos, mantos y canticos a su Rey.
Jesús entra a Jerusalén y es recibido y proclamado como Rey por los niños, los pobres, los sencillos, pastores extraños, prototipo de aquellos quienes serán receptores del Reino de Dios. Es la manifestación del Reino que Dios quiere para su iglesia. Cristo entra con la luz de la verdad que irradia su ser para posesionarse de los corazones de las almas e introducirlas en el Reino de la Voluntad del Padre.
Es toda una celebración, es la fiesta anticipada de la iglesia que se alegra por su Rey y salta de gozo al ir descubriendo los bienes que de éste Rey va heredando y se estrechan con un mayor vínculo de amor en torno al Padre. Y se sienten afortunados de ser hijos de semejante Padre.
“Así me sucede a Mí, hasta ahora he hecho conocer lo que hizo mi Humanidad, sus virtudes, sus penas, para constituir a la familia humana heredera de los bienes de mi Humanidad, pero ahora quiero ir más allá, quiero hacerles conocer lo que hacía mi Voluntad en mi Humanidad para constituir herederas de mi Voluntad, de los efectos, del valor que Ella contiene, a las nuevas generaciones.”
En la liturgia de este domingo, se proclama la lectura de la Pasión del Señor, precisamente indicando el objeto de la Redención, que no es otro distinto que preparar el terreno para el establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra.
Es la cruz, el sufrimiento, el camino que se extiende a los pies para dejar pasar al Rey que llega a reinar entre nosotros. Es la cruz quien ensancha los confines del Reino de los Cielos. Es la cruz el instrumento necesario para tomar posesión del Reino Eterno, porque es la cruz el juez mucho más moderado, más compasivo, más inclinado a enriquecer al alma en vez de juzgarla, más atento a embellecerla que a condenarla.
“Quien se deja dominar por la cruz, destruye en el alma tres reinos malos que son: El mundo, el demonio y la carne, y establece otros tres reinos buenos que son: El reino espiritual, el divino y el eterno.” (Junio 3, 1904).
“Hoy es el día de las palmas en el cual fui proclamado Rey. Todos deben aspirar a un reino, y para adquirir el reino eterno es necesario que la criatura adquiera el régimen de sí misma con el dominio de sus pasiones. El único medio para esto es el sufrir, porque el sufrir es reinar, esto es, con la paciencia se pone en orden a sí mismo, haciéndose rey de sí mismo y del reino eterno.” (Abril 16, 1905).
El establecimiento del Reino de la Divina Voluntad, está precedido por el Reino de la Redención, es decir, que es el sufrimiento el que dispone al alma para hacer parte de este Reino tan santo. Y por cada sufrimiento de más que se viva, es un reino de gracia y de virtud de más que se adquiere en el alma.
Como todo rey, Jesús tiene su trono y su corona. Su corona sin ser fabricada en oro y piedras preciosas, es la más noble y bella que pueda haber:
Octubre 12, 1903. Volumen 05.
Significado de la coronación de espinas.
“Hija mía, muchos significados tiene esta coronación de espinas, y por cuanto dijera queda siempre mucho por decir… debiendo mi cabeza restituir el régimen y el dominio, y merecer que en las mentes humanas entraran nuevos cielos de gracias, nuevos mundos de verdad, y destruir los nuevos infiernos de pecados, por los que llegarían hasta hacerse viles esclavos de viles pasiones, y queriendo coronar a toda la familia humana de gloria, de honor y de decoro, por eso quise coronar y honrar en primer lugar mi Humanidad, si bien con una corona de espinas dolorosísima, símbolo de la corona inmortal que restituía a las criaturas, quitada por el pecado. Además de esto la corona de espinas significa que no hay gloria y honor sin espinas, que no puede haber jamás dominio de pasiones, adquisición de virtudes, sin sentirse pinchar hasta dentro de la carne y el espíritu, y que el verdadero reinar está en el donarse a sí mismo, con las pinchaduras de la mortificación y del sacrificio; además estas espinas significaban que verdadero y único Rey soy Yo, y sólo quien me constituye Rey del propio corazón goza de paz y felicidad, y Yo la constituyo reina de mi propio reino. Además, todos aquellos ríos de sangre que brotaban de mi cabeza eran tantos riachuelos que ataban la inteligencia humana al conocimiento de mi supremacía sobre ellos.”
Dejar que Cristo sea nuestro rey significa que nuestra alma hace y vive en la Voluntad de Dios. Que Él es Señor de mi mente, de mis afectos, de mis deseos y que ocupa el lugar en mi corazón. Así que su reino es formado por aquellos que viven en su voluntad. Se trata, entonces de establecer el Reino de Dios en el alma, en la tierra, en la iglesia.
“Hija mía, el reino del Fiat Divino tendrá como centro una sola Voluntad, que es la Divina, por lo tanto una será la Voluntad de todos, que difundiéndose a todos y abrazando todo, dará la felicidad, el orden, la armonía, la fuerza y la belleza a todos, así que será el reino de una sola Voluntad, una Voluntad para todos y todos a una sola Voluntad. ¿Quién vuelve feliz la patria celestial sino la Voluntad de Dios y la Voluntad de todos? Oh, si en el Cielo pudiese entrar otra voluntad que no fuese la de Dios, lo que no puede ser, los santos perderían la paz perenne y sentirían el desorden de una voluntad que no es divina, que no contiene todos los bienes y que no es santa ni portadora de felicidad y de paz, por lo tanto todos unánimemente la echarían fuera. Por eso el reino del Fiat tendrá por ley, por régimen, por dominio, a mi Voluntad y en virtud de Ella todos serán felices, de una sola felicidad, no habrá jamás disputas, sino paz perenne.”(Febrero 3, 1927. Vol. 20).
Hermanos, la liturgia de hoy nos presenta el encuentro de dos reinos: el reino de la redención, que con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, abre las puertas para que entremos en el Reino de la Divina Voluntad, que es el fin del primero. Dispongámonos en esta semana santa para que el paso de Jesús con la cruz, sumerja nuestras almas en el reino de su divina voluntad.
María, Madre nuestra, ofrece tus padecimientos y dolores, para que el Padre escuche la oración que en el Padre Nuestro, su iglesia hace pidiendo que venga a nosotros el Reino, para que entienda que este reino se recibe viviendo en la divina voluntad.
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