Homilía del 15 de Marzo de 2016
LAS ALMAS QUE VIVEN EN LA VOLUNTAD DE DIOS, PARTICIPAN DEL DOLOR QUE CAUSA EL PECADO.
Lecturas del Martes de la 5ª semana de Cuaresma
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Martes, 15 de marzo de 2016
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Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
– «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». Y los judíos comentaban:
– «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: «Donde yo voy no podéis venir vosotros»?».
Y él les dijo:
– «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que «Yo soy», moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían:
-«¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó:
– «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que «Yo soy», y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
Palabra del Señor
HOMILIA
LAS ALMAS QUE VIVEN EN LA VOLUNTAD DE DIOS, PARTICIPAN DEL DOLOR QUE CAUSA EL PECADO.
Hermanos, en el evangelio Jesús nos presenta la catastrófica consecuencia que produce en el alma el pecado. Mientras muchos en este mundo hacen cuanto sea posible para revolcarse en el estiércol del pecado, encontrando en él hasta gusto; Jesús participa a las almas que están unidas a su voluntad, del profundo dolor que Él siente por estos pecados.
El pecado nos hace enemigos de Dios, porque es un acto de la voluntad humana opuesto a la voluntad divina. Pone en contradicción a Dios y al hombre. Y si el pecado es grave, pone al hombre como un feroz enemigo de Dios.
Aquí el dolor, es muy grande porque se puede ver a las criaturas armándose hasta los dientes en contra de Dios, llegando hasta el punto de culpar a Dios de todo lo que el pecado produce en el mundo. Tal hace el pecado, y oponerse al Querer Divino es lo mismo que hacerse enemigo de Dios, aunque sea en cosas pequeñas, es siempre la criatura que se pone en contradicción con el Creador.
El pecado, aún mínimo, es el único que pone el desorden en el alma. ¡Oh! cómo la deforma, la decolora, la debilita. Jesús nos participa este dolor, viendo como tantas almas en medio del desorden de sus almas, ni siquiera lo perciben. Las almas que están en su voluntad pueden ver este desorden y dolidas en su corazón reparan en Dios por tantas almas dañadas.
Cristo nos ha puesto un manto de amor que nos defiende y protege para ponernos a salvo. Pero la ingrata criatura con el pecado voluntario rompe este manto de defensa, huye de debajo de las bendiciones, gracias y amor, y poniéndose a cielo abierto es golpeada por los rayos de la Justicia Divina. No es Dios que golpea al hombre, es el mismo hombre que con el pecado viene al encuentro, a recibir los golpes. El dolor de las almas unidas a Dios, es frente a la ceguera de las almas que viviendo en pecado, todo lo atribuyen a fenómenos naturales o a circunstancias históricas, pero nunca a llamadas de atención que Dios nos hace para que demos el paso hacia la conversión.
El alma en la cual habita Jesús, siente lo que el mundo le manda a Él: Dureza, tinieblas, pecados, todo. Y es por eso que sentimos en nuestro corazón, el dolor de las ofensas que Dios recibe de parte de las criaturas.
“Hija de mi Amor, no quieres persuadirte que veo al mundo a través de ti y de que estás obligada, puesto que moro en ti, a sentir lo que me manda el mundo: dureza, tinieblas, pecados, furor de mi Justicia, etc. Así que en lugar de pensar en mi privación, debes pensar en defenderme de los males que me mandan las criaturas, y en aplacar el furor de mi Justicia, así Yo quedaré defendido en ti y las criaturas quedarán menos castigadas.” (Mayo 24, 1919. Volumen 12)
Este dolor que se siente, es una forma de defender a Dios de estas ofensas.
“El pecado es un veneno que envenena toda el alma y la vuelve tan deforme, que llega a hacer desaparecer en ella mi imagen, y el dolor destruye este veneno y le restituye mi imagen, el verdadero dolor es un contraveneno, y conforme el dolor destruye el veneno, hace un vacío en el alma, y este vacío lo llena mi Gracia. Esta es la causa de mi agrado, porque veo resucitada por medio del dolor la obra de mi Redención.” (Febrero 22, 1903)
Cuando el alma se duele de los pecados, hace el enorme propósito de poner atención en no cometer pecado y esta actitud fuerza a la gracia para que venga en su ayuda continuamente para no caer en el pecado y mantiene al alma siempre purgada. Por eso es bien importante el dolerse y mantenerse atento para no ofender ni mínimamente a nuestro Dios.
“Tú has visto cuánto me ofenden y cuántos caminan por los caminos de la iniquidad, y sin advertirlo se precipitan en el abismo; ven a ofrecerte ante la divina Justicia como víctima de reparación por las ofensas que se hacen y por la conversión de los pecadores, que a ojos cerrados beben en la fuente envenenada del pecado”.
En estos tiempos desventurados, la humanidad corre como en precipitada fuga lejos de Dios, y corresponde a las almas que están unidas a Dios, sentir la pena de esta separación para poderla unirla nuevamente a Dios.
Sólo el alma que vive unido a Jesús podrá ver como es feo el pecado. Y su más constante suplica será: ¡Ah! Señor, haz conocer a todos lo horrendo que es el pecado, a fin de que todos huyan de este monstruo tan horrible y conociendo lo que causa en el alma, tomen la decisión de preferir morir antes que pecar.
¡Oh, si todos pudiesen ver quién es Dios y quién es el alma en el momento en que se peca, todos morirían de dolor y creo que el pecado sería exiliado de la tierra!
Aceptemos la invitación de Jesús, de acercarnos a su corazón, y con la Virgen María, escuchar el desgarro cruel que hemos hecho al corazón de Jesús con nuestros pecados. Y nuestra Madre quitará aquel muro de división que había producido el pecado entre el alma y Dios.