Homilía del Domingo 17 de 2016
SER OVEJAS DEL BUEN PASTOR
Lecturas del Domingo 4º de Pascua – Ciclo C
Para escuchar esta homilía haga click aquí: HOMILÍA
Domingo, 17 de abril de 2016
Para descargar esta homilía en PDF haga click aquí: VER PDF
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,27-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.».
Palabra del Señor
HOMILIA
SER OVEJAS DEL BUEN PASTOR
Hermanos este cuarto domingo de pascua, Jesús nos presenta en el evangelio aquellas características que acompañan a quienes verdaderamente hacen parte de su rebaño y son sus ovejas.
Todo el escenario de este evangelio está dado por un gran número de judíos, que no se encuentran con la adecuada disposición para creer en Jesús, ni en sus palabras y ni siquiera en sus obras. Jesús les hace ver con esta imagen del buen pastor, cómo ellos se autoexcluyen del verdadero rebaño.
Son varios los signos que manifiesta Jesús en este evangelio y que hacen parte de quienes son sus verdaderas ovejas.
“Mis ovejas escuchan mi voz”. Las que sólo escuchan la voz del Señor. La oveja no reconoce otra voz distinta a la de su pastor. Su oído sólo escucha la voz verdadera, la verdad. No pierde tiempo en envenenarse para escuchar filosofías, opiniones y pensamientos de los hombres. Se deleita en aquella voz que es verdadera y tranquilizadora.
Hay que tener la humilde docilidad para disponer nuestros oídos para escucharle, para oír su voz y para obedecerla.
Nos dice el Señor:
“Vosotros no comprendéis lo que es en verdad conocer mi voz. Es no abrigar dudas sobre su Origen y distinguirla entre mil otras voces de falsos profetas como verdadera voz venida del Cielo. Ahora y siempre, incluso entre los que se creen, y en parte lo son, seguidores de la Sabiduría, habrá muchos que no sabrán distinguir mi voz de otras voces que hablarán de Dios, más o menos con justicia, pero que serán, todas, inferiores a la mía”.
Las auténticas ovejas del Señor, escuchan su voz y solo hablan el lenguaje del cielo.
“Yo las conozco y ellas me conocen”. Las que se esfuerzan por conocer y por dejarse conocer por Él. La preocupación mayor de estas ovejas, antes que llenarse de conocimientos vanos de este mundo, son los conocimientos de su Señor, de su reino. Este conocimiento es dado por el humilde acercamiento a los conocimientos divinos. Se descubren a sí mismos como corderitos del Príncipe de paz, del Maestro del amor, del Pastor misericordioso.
“Y ellas me siguen”. Las que sólo siguen al Señor. No tienen otro camino que el Señor. Sólo lo siguen a Él, libres de todo apego de personas o bienes. Descubren que su vida es caminar por un único y verdadero camino seguro, que sólo está en el Señor. Debemos disponernos a entrar en su vida sin miedo y sin vacilación.
“Y yo les doy la vida eterna”. Las que reciben la vida eterna y no perecerán para siempre. No aprecian ni buscan otro bien, que el Sumo Bien. Volver al pastor y guardián de nuestras almas, para recibir de Él la vida y darla con Él por las otras ovejas. Este es el cumplimiento de la misión de Jesús a la tierra: dar al hombre el bien absoluto: el establecimiento del reino de Dios entre los hombres, por medio de la salvación.
“No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.” Las que no son arrebatadas de las manos del Señor. Las ovejas están siempre en las manos del Señor porque le pertenecen, porque reciben siempre la vida de su Pastor y no otra. Comen los pastos y beben las aguas que sólo les da su Pastor. Y por eso gozan de una seguridad perenne. El alimento que consumen les dará la vida eterna. El pecado ya no habitará más en ellas.
“Mi Padre me las ha dado”. Son ovejas del Señor por voluntad del Padre celestial: Dios se las ha confiado y por eso nadie las puede arrebatar: Ni personas, ni doctrinas, ni religiones, ni costumbres, modas ni el mismo enemigo.
Las que se mantienen siempre dentro del amor del Padre. Pertenecer a Jesús, significa pertenecer a Dios mismo, para siempre. Del mismo modo que el Hijo pertenece al Padre y el Padre pertenece al Hijo, en la unidad del amor que es el Espíritu Santo, así las ovejas entran a hacer parte de esta unión con la Trinidad, participando de su misma vida.
Todas estas características, son las que dicen de las verdaderas ovejas del Sumo Pastor. Hacen parte del único y solo rebaño, bajo un solo Pastor. Y todo esto es posible si estamos perfectamente unidos a Dios. Si las dos voluntades, la humana y la divina, están unidas. Si sólo confiamos totalmente en Dios, pues la voluntad humana por sí sola es incapaz de vencer las insidias del mundo y de superar las barreras del egoísmo. Sólo el Espíritu de Jesús, su santo Voluntad Divina, puede abrir de par en par ante nosotros la vida del amor verdadero.
Hermanos, pidamos a nuestro Pastor, por intercesión de la Virgen María, que nos dé el remedio para todos nuestros males, que inmersos en su rebaño, es decir en su voluntad, podamos dar la gloria y el beneplácito al Padre Celestial.