Audio Cuento: Parábola del Nuevo Hijo Pródigo
En esta tercera entrega de Audiocuentos vamos a escuchar una parábola similar a la del Hijo pródigo, pero vista desde otra perspectiva. Escuchemos con atención aquí:
Nueva parábola del Hijo Pródigo
En una ciudad muy lejana vivía un padre que muy rico, tan rico que no había cosa que le faltara. Este padre también era muy feliz porque tenía un hijo que también estaba muy feliz, era bello y le daba mucha alegría y felicidad a su padre.
El padre y el hijo se amaban con un gran amor y todo lo que era del padre era del hijo. El hijo era dueño de la herencia del Padre.
Sin embargo, el hijo se va de su casa y abandona la herencia del padre. El padre se siente muy triste porque sabe que fuera de su casa iba a ser muy infeliz. Y así era, se habían roto las bellas y puras alegrías que habían entre ellos
El hijo, confundido por las malas compañías, creyó que fuera de la casa de su padre iba a ser más feliz pero encontró fue la infelicidad. Aun así, el padre quería que su hijo regresara para que tomara la herencia que le tenía, y era mucho su dolor porque no tenía a quien dársela.
El hijo comenzó a pensar:
“Quiero volver donde mi Padre y estar con él, quiero decirle que lo amo, perdóname, yo fui un tonto al querer irme, ahora lo sé, solo en mi casa encontraré la felicidad”
Entonces el hijo le empezó a escribir cartas al padre y a decirle que lo amaba y que quería estar con él. El padre se sintió muy contento al ver que su hijo quería volver a él y cuando el hijo fue donde su padre, el padre le salió al encuentro muy feliz y le dijo:
“Con tus peticiones has formado un derecho sobre mi corazón que se quema por ti, ven hijo, toma de nuevo todo lo que perdiste, te lo has merecido, ya puedo darte lo que quería, estoy contento porque te veo feliz y puedo decir que mi hijo ya no es infeliz sino feliz como yo, muy feliz”
Así el padre y su hijo vivieron felices para siempre. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Lectura textual de la parábola en los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta
Estaba pensando entre mí: “Jesús ama tanto, suspira, quiere darnos el gran don del reino de su Fiat. Ahora, ¿por qué quiere que se le ruegue para dárnoslo?
Y mi siempre amable Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía, es cierto que es Voluntad mía que quiero dar el reino de mi Querer Divino, no puedo hacer menos que querer y suspirar el hacerles el gran don de Él. Si esto no fuera así, o sea, si no suspirara el regreso del hombre en la morada de mi Divina Voluntad, iría contra el orden de nuestra obra creadora, que con suma sabiduría creó al hombre para que viviera de lo nuestro y morara en el reino de nuestro Fiat, dado a él por Nosotros como su herencia.
Entonces, el hombre, saliendo de Él, (del Reino del Querer Divino), formó el desorden en nuestra obra creadora, ¿y cómo podemos tolerar el que quede desordenada nuestra obra más bella? Han pasado siglos y siglos, pueden pasar otros siglos, pero no nos cambiaremos, será siempre nuestro punto más importante, nuestra única finalidad e interés especial: el que nuestra obra creadora sea restaurada y reordenada tal y como salió de nuestras manos creadoras y viva en el reino de nuestro Querer Divino.
Nosotros nos encontramos en nuestra Majestad Adorable como un padre que ya tenía a su hijo feliz, con una gran belleza que le daba alegría y felicidad, y que como dueño vivía de la herencia del padre, de la herencia que su padre le había dado.
Este hijo voluntariamente salió de la herencia paterna y se volvió infeliz y despedazó las bellas y puras alegrías entre padre e hijo. Ahora, ¿cuál no sería el dolor del padre, los suspiros, las lágrimas y su voluntad irremovible de que su amado hijo regrese feliz?
Mucho más que la herencia dada al hijo existe, la tiene el padre mismo en consignación y suspira que él tome de nuevo la posesión de ella.
Pero en tanto dolor de este padre, lágrimas y suspiros, es voluntad decidida, quiere que su hijo infeliz desee, ruegue que le sea regresada su herencia paterna, su felicidad perdida. Esto dispone al hijo a recibir y apreciar su estado feliz, el regreso de su herencia; y el padre, ahogado de amor hacia su amado hijo dirá:
“Tu pedir ha formado un derecho sobre mi corazón que se quema por ti, toma de nuevo lo que perdiste, te lo has merecido, estoy contento porque te veo feliz y puedo decir que mi hijo no es más infeliz, sino feliz”.
Extracto tomado del Libro de Cielo, Volumen 24 (46), Septiembre 24 de 1928
Explicación de la Parábola
Jesús mismo nos explica esta parábola diciendo en el mismo capítulo:
Más que padre somos Nosotros. Es más, el amor del padre (el del cuento) es una sombra comparada al nuestro, y nuestra Voluntad Divina es irremovible, ninguno podrá cambiarla. La infelicidad del hombre es un desorden a la obra de la Creación, y queremos nuestros derechos en nuestra obra, tal y como salió queremos que nos regrese.
Nuestro amor nos ahoga, nuestra justicia lo exige, nuestra bondad lo reclama, nuestra misma felicidad lo suspira y no tolera la infelicidad en nuestra obra. Nuestra Divina Voluntad, haciéndonos corona nos vuelve inmutables y quiere que su reino sea poseído, pero a pesar de esto queremos que la criatura ruegue, suspire el bien que le queremos dar, y esto forma un derecho sobre nuestro corazón paterno y un apoyo en el corazón de él para poder recibir lo que queremos dar y así poderle decir en nuestro énfasis de amor:
‘Hijo mío, te lo has merecido, y Nosotros te hemos dado lo que queríamos darte’.
Quien pide se dispone, lo que se obtiene con el rogar se aprecia, se tiene custodiado. Y así como el conocer mi Querer Divino, el poseer su reino no es un bien individual, sino general, para obtenerlo te hago pedir por todos, a nombre de todos y de cada uno de los pensamientos, palabras y actos de criatura, para hacerte formar el derecho en nuestra Paternidad Divina, de que todos puedan recibir el reino de nuestro Fiat, y las disposiciones en ellos para poseerlo.
Así hizo la Reina del Cielo para implorar el reino de la Redención, por todos y por cada uno tuvo una oración, un suspiro, un acto, no dejó que se le escapara ninguno y con esto daba el derecho a cada uno para poder recibir a su Redentor; así hice Yo para redimirlos, y así quiero que hagas tú para el reino de mi Divina Voluntad”.
El capítulo sigue así:
Después de esto pensaba: “¿Y por qué el Señor tiene tanto interés y ama tanto que su Santa Voluntad sea conocida y reine en medio a las criaturas?” Y mi dulce Jesús ha agregado:
“Hija mía, porque la primer finalidad, acto y fin de la Creación, fue que nuestra Divina Voluntad reinase, y para reinar es necesario conocerla …