DÉCIMO OCTAVO DÍA – La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad en la casa de Nazareth, el cielo y la tierra están por darse el beso de la paz. La hora divina está cerca
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El alma a su Reina y Madre:
Soberana Madre mía, aquí estoy de regreso para seguir tus pasos. Tu amor me ata y cual potente imán me tiene fija y sumamente atenta a escuchar tus bellísimas lecciones; pero esto no me basta; si me amas como hija, enciérrame dentro del Reino de la Divina Voluntad, donde viviste y vives, cierra la puerta, de manera que aunque llegue a quererlo nunca más pueda volver a salir de él. De este modo tanto tú como yo viviremos en común y las dos seremos felices.
Lección de la Reina del Cielo:
Querida hija mía, ¡si tú supieras cuánto anhelo tenerte encerrada en el Reino de la Divina Voluntad! Cada una de las lecciones que te doy es un cárcel que formo para impedirte la salida, es una fortaleza para amurallar tu voluntad, para que así puedas comprender y quieras mantenerte bajo el dulce dominio del Fiat Supremo. Por eso, está atenta y escúchame, porque estas lecciones no son otra cosa que los trabajos que hace tu Madre para seducir y cautivar tu voluntad y hacer que la Divina Voluntad triunfe en ti.
Y ahora, mi querida hija, escúchame; yo partí del templo con el mismo entusiasmo con el que entré y sólo para darle cumplimiento a la Divina Voluntad. Regresando a Nazareth yo ya no habría encontrado a mis queridos y santos padres, sólo San José me acompañaba; Yo lo veía como un ángel que Dios me había dado para custodiarme, aunque eran legiones de ángeles las que me acompañaban. Durante el viaje todas las cosas creadas se inclinaban con reverencia ante mí para honrarme y yo, agradeciéndoles, le di a cada una mi beso y mi saludo de Reina; y así llegamos a Nazareth.
Tu debes saber que San José y yo nos mirábamos con recato y sentíamos nuestro corazón en ansia, porque el uno quería hacerle saber al otro que estábamos atados a Dios con voto de virginidad perenne, hasta que finalmente se rompió el silencio y ambos manifestamos nuestro voto. ¡Oh, qué felicidad sentimos! Dándole gracias a Dios prometimos vivir juntos como hermanos. Yo lo atendía con esmero; nos mirábamos con veneración, y la aurora de la paz reinaba en medio de nosotros. ¡Oh, si todos se miraran en mí como en un espejo y me imitaran! Yo me adaptaba muy bien a la vida común y corriente y no dejaba que se vislumbraran en nada los grandes mares de gracia que yo poseía en mí.
Escucha, hija mía; en la casa de Nazareth yo me sentía más que nunca enardecida y rogaba que el Verbo Divino viniera sobre la tierra. La Divina Voluntad que reinaba en mí, no hacía más que revestir todos mis actos de luz, de belleza, de santidad, de potencia; yo sentía que formaba en mí el reino de la luz, pero de la luz que surge siempre, el reino de la belleza, de la santidad y de la potencia que siempre crece. De manera que todas las cualidades divinas que el Fiat Divino iba extendiendo en mí con su Reino me daban la fecundidad. La luz que me invadía era tanta, que mi misma humanidad quedaba talmente embellecida y revestida de este sol de la Divina Voluntad, que no hacía más que estar dando flores celestiales. Yo sentía que el cielo bajaba hasta mí y que la tierra de mi humanidad subía, y el cielo y la tierra se abrazaban, se pacificaban y se daban el beso de la paz y del amor. La tierra se disponía a producir el germen para formar al Justo, al Santo; y el cielo se abría para hacer descender al Verbo en este germen. Yo no hacía más que ir y venir de la tierra a mi patria celestial para arrojarme entre los brazos paternos de mi Padre Celestial; y le decía de corazón:
« Padre Santo, no puedo más, me siento incendiada, y mientras ardo, siento una fuerza potente en mí que quiere vencerte; con las cadenas de mi amor quiero atarte para desarmarte, para que no tardes más: sobre las alas de mi amor quiero transportar al Verbo Divino del cielo a la tierra. »
Y le suplicaba llorando que escuchara mi oración.
La Divinidad, vencida por mis lágrimas y oraciones me consolidó diciéndome:
« Hija mía, ¿quién puede ponerte resistencia? Has vencido, la hora de Dios está cerca. Mientras tanto regresa a la tierra y sigue haciendo tus actos en la potencia de mi Voluntad Divina; por medio de ellos todos quedarán conmovidos y el cielo y la tierra se darán el beso de la paz. »
Pero a pesar de todo todavía no sabía que yo iba a ser la Madre del Verbo Eterno.
Hija querida, escúchame y comprenderás lo que significa vivir de Voluntad Divina. Yo, viviendo de la Divina Voluntad, formé el cielo y su Reino Divino en mi alma; y si yo no hubiera formado en mí este Reino, el Verbo Eterno jamás habría podido descender del cielo a la tierra; si lo hizo, fue porque en mí encontró su Reino que la Divina Voluntad había formado en mí, encontró su cielo, sus alegrías divinas; jamás el Verbo habría descendido en un reino extraño. ¡Ah, no! Quiso primero formar su Reino en mí y así descender como vencedor en su Reino; y no solamente esto, sino que viviendo siempre de Voluntad Divina yo adquirí por gracia lo que Dios es por naturaleza, es decir, la fecundidad divina, para poder formar, sin la obra del hombre, el germen por medio del cual poder hacer germinar en mí la humanidad del Verbo Eterno. ¿Qué es lo que no puede hacer la Divina Voluntad cuando obra en una criatura? Todo puede y todos los bienes posibles e imaginables.
Por eso, si quieres imitar a tu Madre y hacerla feliz, la única cosa que te debe interesar es que todo en ti sea Voluntad Divina.
El alma:
Madre Santa, si tú lo quieres, puedes; como tuviste poder para vencer a Dios hasta hacerlo descender del cielo a la tierra, no te faltará poder para vencer mi voluntad, para que ya no pueda volver a tener vida; en ti pongo toda mi esperanza, de ti obtendré todo.
Propósito:
Hoy, para honrarme, vendrás a visitarme a la casa de Nazaret y me darás todos tus actos como un homenaje tuyo para que los una a los míos y los convierta en Voluntad Divina.
Jaculatoria:
« Emperatriz Celestial, besa mi alma con el beso de la Voluntad de Dios. »
MEDITACIÓN PARA EL DÉCIMO OCTAVO DÍA:
María en la casa de Nazareth
Hermanos, son muchas y claves enseñanzas para nuestra fe, las que nos presenta la Santísima Virgen María en este día 18.
La primera de ellas es que la felicidad del hombre, está sólo en la medida en que conozcamos y vivamos encerrados dentro del reino de la Divina Voluntad, así como vivió y vive María sin haber salido nunca de él. Todos esos altibajos que tenemos en nuestra vida de fe y en nuestro diario vivir, es precisamente porque entramos y salimos de la Voluntad de Dios.
Cada enseñanza que escuchamos, es una luz que se recibe para iluminar nuestra inteligencia, disipa la ceguera espiritual y nos cautiva de tal forma que sentimos el impulso de querer dejar nuestra voluntad y para entrar a vivir, sin salirse, en la Voluntad de Dios.
Cuando María sale del templo, ya no encuentra a sus padres en la casa de Nazareth, sólo acompañada por san José, que como otro de los tantos ángeles, ha sido puesto por Dios para que la cuidara y acompañara. Han desaparecido para ella los lazos familiares más cercanos, confirmándola cada vez para su amor divino.
San José, aunque aparece a la vista de todos como su esposo, es en verdad un hermano en la fe, porque él también había hecho el voto de virginidad perenne y de entrega a Dios. Sólo quien vive en el misterio de Dios, supera toda inclinación corporal. Qué difícil le es a este mundo sometido a sus bajos instintos y pasiones, entender y menos vivir este don de la virginidad y de la perfecta castidad como lo vivieron José y María.
Otra gran enseñanza que nos da nuestra amada Madre, es que al vivir siempre en el Divino Querer, atraemos los más grandes dones. Y eso fue lo que le sucedió a ella, era tanto su vivir en la Voluntad de Dios, que ardía y suspiraba para que el Verbo fuera enviado a la tierra.
Cuando se vive de Divina Voluntad, se forma el cielo y el reino de Dios en el alma y este vivir fue lo que hizo que el Hijo de Dios descendiera a la tierra, porque habiéndose formado el Reino de Dios en el alma de María, Jesús ya podía encontrar un sitio seguro y no extraño para nacer. Dios primero formó su Reino en el corazón de la Virgen y luego procedió para mandar a su Hijo a reinar en él.
Otra sublime enseñanza que encontramos en este día, es que el Verbo Divino tenía que ser engendrado sin la obra del hombre, y por eso María, gracias a que estaba totalmente inserta en la Voluntad de Dios, alcanzó la fecundidad divina, adquiriendo por gracia lo que Dios es por naturaleza. Qué poder el de la Divina Voluntad, todo le es posible, hasta lo que es imposible a los ojos de los hombres.
Hermanos, si estas verdades alegran tu corazón y dan luz y fuerza a tu fe, es porque vas por el camino que conduce al reino de la Divina Voluntad. Pidámosle a la Virgen Santa que nos siga llevando de su mano para que cada conocimiento de más de sus enseñanzas, vayan produciendo el fruto que contienen.
Virgen de Nazareth, ruega por nosotros.
QUE HERMOSA LECION, EN VERDAD CADA VEZ CONOZCO MAS DE LA VIRGEN MARIA MODELO DE MADRE
I LE SEGUIRE PIDIENDO QUE ME ILUMINE PARA VIVIR EN LA VOLUNTAD DIVINA Y DEJAR LA VOLUNTAD HUMANA SE QUE NO ES FACIL PERO CON SU AYUDA LO VAMOS LOGRANDO POCO A POCO