DÉCIMO TERCER DÍA – La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad sale de la casa paterna y se va a vivir al templo, dando ejemplo de triunfo total en el sacrificio.
Escucha el audio de la lección:
(Para descargar el audio de la reflexión da clik derecho AQUI y opción: Guardar enlace como…)
Escucha la reflexión sobre la lección 13 del padre Oscar Rodriguez:
(Para descargar el audio de la reflexión da clik derecho AQUI y opción: Guardar enlace como…)
Para descargar esta lección y reflexión en PDF, DA CLIK AQUI.
El alma a la Reina victoriosa:
Madre Celestial, hoy vengo a postrarme ante ti para pedirte que en todas mis penas me des tu fuerza invencible, pues tú bien sabes cómo mi corazón está tan lleno de penas, que me siento ahogado en ellas. ¡Ah! Tú que con tanto amor quieres ser mi Madre, toma mi corazón entre tus manos y derrama en él amor, gracia y fuerza para triunfar sobre todas mis penas y convertirlas todas en Voluntad de Dios.
Lección de la Reina victoriosa:
Hija mía, ánimo, no temas, soy toda tuya; hoy te estaba esperando para que mi heroísmo y mi triunfo en el sacrificio te infundan fuerza y valor, a fin de que pueda verte triunfar en tus penas y con el heroísmo de soportarlas todas con amor y sólo para cumplir la Divina Voluntad.
Ahora, hija mía, escúchame: yo tenía apenas tres años cumplidos cuando mis padres me hicieron saber que querían consagrarme a Dios en el templo.
Mi corazón se llenó de gozo al saber que me iba a consagrar al Señor y que iba a vivir en la casa de Dios; pero en medio de tanta alegría había algo que me dolía y era el tener que privarme de una de las cosas más amadas que se pueden tener sobre la tierra, es decir, de mis queridos padres. Yo estaba todavía muy pequeñita y tenía necesidad de sus cuidados maternos; me privaba de la presencia de dos grandes Santos. Además, yo veía que conforme se iba acercando el día en que se iban a privar de mí, que llenaba su vida de alegría y felicidad, ellos se sentían morir por la amargura, pero, aunque sufrían, estaban dispuestos a realizar el acto heroico de consagrarme a Dios.
Mis padres me amaban en orden a Dios y yo era para ellos un gran don que el Señor les había dado, y esto les dio la fuerza necesaria para poder cumplir el doloroso sacrificio. Por eso, hija mía, si quieres tener fuerza invencible para poder sufrir las penas más duras, haz que todas tus cosas sean en orden a Dios y considerarlas como dones preciosos que el Señor te ha dado.
Tú debes saber que yo preparaba con entusiasmo, ánimo y valentía mi ida al templo, porque en cuanto le entregué mi voluntad a Dios y el Fiat Supremo tomó posesión de mí, adquirí todas las virtudes por naturaleza; yo tenía pleno dominio sobre mí misma, todas las virtudes estaban en mí como nobles princesas y conforme a las circunstancias de mi vida, se exhibían prontamente cumpliendo su oficio sin resistencia alguna. En vano me habría llamado Reina si no hubiera tenido la virtud de reinar sobre mí misma. Yo tenía en mi dominio la caridad perfecta, la paciencia invicta, la dulzura más encantadora, la humildad más profunda y toda la comitiva de las demás virtudes. La Divina Voluntad hizo que la tierra de mi dichosa humanidad estuviera siempre dando flores, sin las espinas de los vicios.
¿Te das cuenta, querida hija mía, de que es lo que significa vivir de Voluntad Divina? Su luz, su santidad y su potencia convierten en naturaleza propia todas las virtudes, ella no se rebaja a reinar en un alma de naturaleza rebelde. ¡No, no! La Divina Voluntad es santidad y quiere que la naturaleza humana esté ordenada y sea santa para poder reinar en ella.
Así que, con el sacrificio de ir al templo yo obtenía una nueva conquista; y sobre cada sacrificio se iba formando en mí el triunfo de la Divina Voluntad; y cada uno de estos triunfos me proporcionaba nuevos mares de gracia, de santidad y de luz, los cuales hacían que me sintiera feliz en mis penas, para así poder conquistar nuevos triunfos.
Y ahora, hija mía, pon la mano sobre tu corazón y dile a tu Madre si sientes que tu naturaleza ya se ha convertido en virtud o si todavía sientes las espinas de la impaciencia, las malas hierbas de las agitaciones, los malos humores de los afectos que no son santos. Escúchame, deja que tu Madre haga todo, entrégame tu voluntad en mis manos, decidida a no quererla más y yo haré que la Divina Voluntad tome posesión de ti, y así ella arrojará de ti todo, de manera que lo que no habrías podido hacer en años lo harás en un solo día, el cual será para ti el principio de la verdadera vida, de la felicidad y de la verdadera santidad.
El alma:
Madre Santa, ayúdame, visita mi alma y todo lo que veas que no sea Voluntad de Dios arráncalo de mí con tus propias manos, quema las espinas y las hierbas nocivas; tú misma llama a la Divina Voluntad para que venga a reinar en mi alma.
Propósito:
Hoy, para honrarme, me llamarás tres veces para que venga a visitar tu alma y me darás la libertad de hacer contigo lo que yo quiera.
Jaculatoria: « Reina Soberana, toma entre tus manos mi alma y transfórmala toda en Voluntad de Dios. »
MEDITACIÓN PARA EL DÉCIMO TERCER DIA
Por: padre Oscar Rodriguez.
Hermanos, hoy nuestra Madre Celestial, nos da una gran lección: cómo triunfar en el sacrificio.
Toda la vida de María, fue un sacrificarse a sí misma, para vivir solo de voluntad de Dios. ¿Cuál más fuerte y doloroso de todos los sacrificios? Creo que nunca lo sabremos, porque su dolor se transformaba en bienaventuranza, porque su único deseo fue siempre agradar a Dios, a costa de su propia vida.
Cuando tenía apenas tres años cumplidos, vivió uno de los más duros dolores y sacrificios de su vida: separarse de los santos Joaquín y Ana, sus padres. Tanto ellos, como la niña María, se sentían morir por la amargura de la separación, pero a pesar del sufrimiento, estaban dispuestos a realizar la voluntad de Dios: la consagración de la niña María a Dios. Este gozo de consagrarse sólo para Dios y de vivir con Él en el templo, superó todo dolor en la separación. Bien claro tenían sus padres, que María era un don de Dios y por eso el amor hacia ella fue siempre en orden a Dios y esto les dio toda la fuerza necesaria para poder cumplir el doloroso sacrificio.
Es la gran enseñanza que hoy nos da la Virgen María, aprender de sus padres y de ella misma, hacer todo el orden a Dios para triunfar ante las penas convirtiéndolas todas en voluntad de Dios.
Cuatro enseñanzas prácticas en las que debemos meditar:
- Nuestra vida debe estar consagrada a Dios.
- El sacrificio de sí mismo, y de los gustos, deben ceder para la complacencia de nuestro amado Dios.
- Sin sacrificio, no hay verdadera virtud. Cada sacrificio de más es una nueva conquista que se hace para vivir en la voluntad de Dios.
- Todo lo que se recibe, aún la propia vida y los hijos, se reciben en orden a Dios. No nos pertenecen, son de Dios.
Madre mía, que el heroísmo y el triunfo en tus sacrificios, nos de fuerza y valor, a fin de que podamos triunfar en las penas, soportándolas todas con amor y sólo para cumplir la Divina Voluntad.
Madre y Reina de las virtudes, ruega por nosotros.