¿Por qué la Iglesia Católica no aprueba las uniones homosexuales?
He decidido escribir sobre este tema en vista que el día de hoy en un canal de televisión colombiano se hablaba largamente que la Iglesia debe aceptar a las parejas homosexuales. Esto genera gran confusión entre la gente. Por eso comenzaré respondiendo a la pregunta que titula este artículo.
La Santa Iglesia Católica nunca aprobará las uniones entre parejas homosexuales por el simple hecho que eso NO es Voluntad de Dios, y la Iglesia, fundada por Jesucristo y poniendo en cabeza de ella a San Pedro Apostol, cuyos sucesores son los papas, no van a permitir ir en contra de lo que Cristo mismo nos enseñó.
Algunos a favor de dichas uniones dicen que la Iglesia debe cambiar con el transcurrir de los tiempo, y yo les digo que la Iglesia está en cambio constante, pero las verdades de fe no cambian, la verdad es UNA, la verdad es Jesús, inmutable. (Cf. Juan 14,6)
Esta situación no es nueva, ya en el antiguo testamento Dios destruyó a Sodoma y Gomorra por sus actos homosexuales, porque no se convirtieron. (Génesis 19, 1-25)
En el nuevo Testamento San Pablo también habla de los homosexuales y dice en la carta a los Romanos:
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido…
… Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. (Carta a los Romanos 1, 22 – 32)
Hay algo que destacar aquí en las palabras de San Pablo y son las últimas palabras de este capítulo.
… habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.
Se puede ver que no sólo aquellos que cometen actos homosexuales no están en la Verdad y son dignos de muerte sino también aquellos que los aprueban y se complacen con los que los realizan.
Por eso en el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 2357 dice:
La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
¿LA IGLESIA AMA A LOS HOMOSEXUALES O LOS RECHAZA?
Claro que los ama, pues son hijos de Dios, pero una cosa es que la Iglesia ame al pecador, así como Jesús ama a los pecadores y vino a rescatarlos; y otra cosa muy distinta es decir que la Iglesia deba amar al pecado, que en este caso es el pecado de impureza.
Jesús muestra su amor por el pecador, por todos, incluso por los que comenten pecados de impureza con personas de su mismo sexo, cuando en su evangelio dice:
“Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» (Mateo 9,13)
En otro pasaje del evangelio Jesús nos sigue mostrando su amor por el pecador, como en el episodio de la mujer adúltera que nos narra San Juan:
Jesús le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor».
«Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante». (Juan 8, 10-11)
Como nos podemos dar cuenta, Jesús ama a los pecadores, a las prostitutas, a los homosexuales… pero no ama su pecado. Por eso le dijo a la mujer adúltera: NO PEQUES MAS EN ADELANTE.
De ahí que la Iglesia Católica siempre amará al homosexual pero no a su pecado.
Este horrible pecado de cometer actos impuros con personas del mismo sexo está presente en todos los sectores, en todas las profesiones y hasta en algunos sacerdotes. El día de hoy, viendo las noticias se recordaban las palabras que el año pasado el papa Francisco dijo refiriéndose a los homosexuales durante una conferencia de prensa a bordo del avión papal a su regreso a Brasil
“En un lobby no todos son buenos, pero si una persona es gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarle?»
Esto el papa lo dijo siguiendo las enseñanzas de Cristo, pues no somos quien para juzgar a una persona, y si un gay se convierte de su pecado y decide seguir al señor como hizo la mujer adúltera, ¿quién soy yo para juzgarle si ya Cristo lo ha perdonado?
¿Qué pasa con una persona con tendencia homosexual que quiere realmente hacer la Voluntad de Dios?
Dice el catecismo de la Iglesia católica en el numeral 2358-2359:
«Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
De aquí resaltaremos algunos puntos importantes:
1) Algunas personas tienen tendencias homosexuales muy arraigadas y esto representa para ellas una auténtica prueba donde le pueden mostrar su amor a Dios siendo castos y no permitiendo ninguna sombra de pecado.
2) La Iglesia acoge con respeto y amor a quienes tienen este tipo de inclinación y pide que no se les discrimine, sino que se les ame como Cristo amaba al pecador. Pero con esto no significa que se deba aprobar su pecado.
3) Esta inclinación a los actos homosexuales son una verdadera cruz, un verdadero dolor para aquellos que quieren hacer la Voluntad de Dios en sus vidas y están llamados a unirse al dolor de Jesús para reparar por quienes deliberadamente ofenden a Dios.
4) Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Una cosa es que a nuestra mente lleguen pensamientos impuros y otra cosa es consentirlos. Por nuestra debilidad humana, por nuestras inclinaciones arraigadas e incluso por adicciones a los pecados de nuestra vida pasada estaremos sometidos a sufrir tentaciones. Sin embargo, téngase en cuenta que todos los santos han sufrido tentaciones, eso no está mal, lo que está mal es caer en ella y ofender a Dios.
5) Las personas homosexuales deben acercarse resueltamente a la perfección cristiana, es decir, a la santidad. Un homosexual está llamado ser transformado en Jesús. No importa cuántas veces haya caído, si se acerca a Dios y le pide perdón él lo perdona, pero debe dejar de seguir pecando reprimiendo los malos impulsos de sus pasiones y reordenándolas.
Dice Jesús a la sierva de Dios Luisa Piccarreta sobre el modo de reprimir los malos impulsos de las pasiones:
“Hija mía, todo el punto está en reprimir los primeros movimientos, si el alma está atenta a esto, todo irá bien; si no, a los primeros movimientos no reprimidos saldrán fuera las pasiones, y romperán la fuerza divina, que como cerca circunda al alma para tenerla bien custodiada y alejarle los enemigos que siempre buscan insidiar y dañar a la pobre alma; pero si en cuanto los advierte entra en sí misma, se humilla, se arrepiente y con valor pone remedio, la fuerza divina se cierra de nuevo en torno al alma; pero si no pone remedio, rota ya la fuerza divina, dará el paso a todos los vicios. Por eso está atenta a los primeros movimientos, pensamientos, palabras que no sean rectos y santos, porque si se te escapan los primeros, no es más el alma la que reina, sino las pasiones, si quieres que la fuerza no te deje sola un solo instante”. (Libro de Cielo, Vol. 4. Abril 16 de 1902)