SEPTIMO DIA – La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad toma el cetro de dominio y es constituida Secretaria de la Sacrosanta Trinidad
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El alma a la Divina Secretaria:
Madre mía, estoy aquí postrada a tus pies, siento que no puedo vivir sin ti, y aunque hoy vienes a mí con la gloria del cetro de dominio y con tu corona de Reina, sigues siendo siempre mi Madre, y aunque temblando, me arrojo confiada a tus brazos para que me sanes las heridas que la maldad de mi voluntad humana le ha hecho a mi pobre alma.
Escucha Madre Soberana, si tú no haces un prodigio, si no tomas tu cetro de dominio para guiarme y mantener todos mis actos bajo tu dominio y hacer que mi voluntad ya no tenga vida, ¡ay! yo no podré llegar a tener la hermosa suerte de vivir en el Reino de la Divina Voluntad.
Lección de la Reina del Cielo.
Querida hija mía, ven a los brazos de tu Madre, escúchame con atención y verás los inauditos prodigios que el Fiat Divino hizo en tu Madre Celestial.
Cuando tomé posesión del Reino de la Divina Voluntad terminaron sus pasos en mí. Estos seis pasos simbolizan los seis días de la creación; cada día daba un nuevo paso pronunciando su Fiat para crear siempre algo nuevo; el sexto día realizó el último paso diciendo: «Fiat! ¡Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra! « Y el séptimo día descansó en sus obras, como queriéndose gozar todo lo que con tanta magnificencia había creado. Y Dios, en su reposo, al ver todas sus obras decía: «¡Qué hermosas son mis obras! ¡Todo es orden y armonía! « Y posando su mirada en el hombre, en un ímpetu de su amor, exclamó: » ¡Pero mi obra más hermosa eres tú; tú eres la corona de toda la creación! «
Ahora bien, Dios, al crearme, superó todos los prodigios de la creación y por eso la Divinidad quiso hacer con su Fiat Divino seis pasos en mí, dando así inicio a su vida plena, total y perfecta en mi alma, y ¡oh, a qué alturas divinas me elevó el Altísimo! Los cielos no podían alcanzarme ni contenerme; la luz del sol era poca comparada con la mía; ninguna cosa creada podía elevarse hasta donde yo me encontraba; yo recorría los mares divinos como si fueran míos; mi Padre Celestial, el Hijo y el Espíritu Santo suspiraban por tenerme entre sus brazos para gozarse a su pequeña hija. ¡Oh, qué alegría yo sentía al ver que cuando amaba, rogaba y adoraba su majestad suprema; mi amor, mi oración y mi adoración salían del centro de la Divina Voluntad que yo poseía en mi alma! Sentía salir de mí olas de amor divino, castos perfumes, alegrías insólitas, que partían del cielo que su misma Voluntad Divina había formado en mi pequeñez, tanto así que no cesaban de repetir:
«¡Toda bella, toda pura, toda santa es nuestra pequeña hija! Sus palabras son cadenas que nos atan, sus miradas dardos que nos hieren, sus latidos flechas que traspasándonos nos hacen delirar de amor! «
Sentían salir de mí la potencia y la fortaleza de su Voluntad Divina, que nos hacía inseparables; y me llamaban: «Hija invencible, tú obtendrás victoria hasta sobre nuestro Ser Divino. «
Ahora escúchame, hija mía, la Divinidad en un exceso de su amor por mí, me dijo:
«Querida hija nuestra, nuestro amor ya no soporta y se sentiría como sofocado si no te confiáramos nuestros secretos. Por eso, te nombramos Secretaria nuestra. A ti te queremos confiar nuestros secretos. Queremos salvar al hombre a cualquier precio, su voluntad rebelde lo arrastra continuamente hacia el mal; sin la vida, la fuerza y el apoyo de nuestra Voluntad Divina se ha apartado del camino de su Creador y camina arrastrándose por tierra, débil, enfermo, lleno de todos los vicios. «
«No existe remedio alguno para poder salvarlo y no queda otra salida: el Verbo Eterno debe venir a la tierra, debe tomar sus despojos, sus miserias, sus pecados sobre sí, debe hacerse su hermano y así vencerlo a fuerza de amor y de penas inauditas e infundirle tanta confianza que podamos conducirlo de nuevo a nuestros brazos paternos. ¡Oh, cómo nos duele la suerte del hombre! Nuestro dolor es grandísimo y no podíamos confiárselo a nadie, porque no teniendo una Voluntad Divina que los dominara, jamás habrían podido comprender nuestro dolor y los graves males del hombre caído en el pecado. «
«A ti que posees nuestro Fiat Divino te es dado el poder comprenderlo, por eso, como a Secretaria nuestra queremos revelarte nuestros secretos y poner en tus manos el cetro de dominio, para que domines y gobiernes sobre todo, y que tu dominio obtenga victoria sobre nosotros y sobre el hombre, para que en tu Corazón materno nos los traigas como hijos regenerados. «
¿Quién pudiera decirte, hija mía, lo que sintió mi Corazón ante este modo de hablar de Dios? Se abrió en mí una vena de intenso dolor y me propuse, aún a costa de mi vida, vencer a Dios y a las criaturas y volver a unirlos.
Hija mía, escucha a tu Madre, me he dado cuenta de que te has quedado sorprendida al oirme narrar la historia de la toma de posesión del Reino de la Divina Voluntad. Tú debes saber que también a ti te es dada mi misma suerte; si te decides a nunca más volver a hacer tu voluntad, la Divina Voluntad formará su cielo en tu alma, sentirás la inseparabilidad divina, te será dado el cetro de dominio sobre ti misma y sobre tus pasiones; no volverás a ser esclava de ti misma, porque la voluntad humana es la única que puede esclavizar a la pobre criatura, la única que le corta las alas del amor para amar a quien la creó, le quita las fuerzas, el apoyo y la confianza de arrojarse a los brazos de su Padre Celestial, de modo que no puede conocer ni sus secretos, ni el gran amor con que él la ama, y por eso vive como una extraña en la casa de su Divino Padre. ¡Oh, cuánto se aleja la criatura de su Creador a causa de la voluntad humana!
Por eso, escúchame, hazme feliz, dime que jamás le volverás a dar vida a tu voluntad y yo te llenaré totalmente de Voluntad Divina.
El Alma:
¡Madre Santa, ayúdame! ¿No ves cuánto soy débil? Tus hermosas lecciones me conmueven hasta las lágrimas y lloro mi gran desventura de haber caído tantas veces en un laberinto por haber hecho mi voluntad y haberme apartado de la Voluntad de mi Creador. Te suplico que me seas Madre, ¡no me dejes a merced de mí misma! Une con tu potencia mi voluntad humana a la Divina Voluntad; enciérrame en tu Corazón materno en donde estaré segura de nunca más volver a hacer mi voluntad.
PROPÓSITO:
Hoy, para honrarme, te cubrirás con mi manto para que te enseñe a vivir bajo mi mirada y recitando tres veces el «Ave María», me pedirás que les de a conocer a todos la Divina Voluntad.
JACULATORIA:
«Madre Santa, enciérrame en tu Corazón para que aprenda de ti a vivir de Voluntad Divina. “
Reflexión para el Septimo día.
![07 septimo dia 2](https://i0.wp.com/librodecielo.org/wp-content/uploads/2016/05/07-septimo-dia-2.jpg?resize=147%2C110)
Me encanta!
Fíat