VIGÉSIMO QUINTO DÍA – La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
Nazareth: símbolo y realidad del Reino del Fiat Divino; la vida oculta. La depositaria, fuente y canal perenne.
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El alma a su Reina:
Dulce Madre, aquí estoy de nuevo junto a tu regazo materno donde te encuentro en compañía del niño Jesús; tú acariciándolo le cuentas tu historia de amor y Jesús te cuenta la suya.
¡Oh, qué bello es ver a Jesús y a su Madre que se hablan mutuamente! Y es tanto el ardor de su amor que perdiendo el habla entran en éxtasis, extasiados la Madre en el Hijo y el Hijo en la Madre.
Madre Santa, no me hagas a un lado, tenme junto a ti, para que escuchándote aprenda a amarte a ti y a Jesús y a hacer siempre la Santísima Voluntad de Dios.
Lección de la Reina del Cielo:
Oh, cómo te esperaba, hija mía, para darte mis lecciones sobre el Reino que el Fiat Supremo extendía cada día más en mí.
Tú debes saber que la pequeña casa de Nazaret era un paraíso para tu Madre, para nuestro amado y dulce Jesús y para San José. Mi querido Hijo, siendo el Verbo Eterno, poseía en sí mismo, por virtud propia, la Divina Voluntad y en su pequeña humanidad residían mares inmensos de luz, de santidad, de alegrías y de bellezas infinitas; yo poseía por gracia la Divina Voluntad y aunque no podía abrazar la inmensidad como mi amado Jesús, pues él era Dios y hombre y yo era siempre una criatura finita, no obstante el Fiat Divino me llenó tanto que formó en mí sus mares de luz, de santidad, de belleza y felicidad; era tanta la luz, el amor, y todo lo que puede poseer una Voluntad Divina, que se llegaba a vislumbrar fuera de nosotros y San José quedaba eclipsado e inundado y vivía de nuestros reflejos.
Querida hija, en esta casa de Nazareth estaba en pleno vigor el Reino de la Divina Voluntad. Cada pequeño acto nuestro, es decir, el trabajo, el encender el fuego, el preparar la comida, todo estaba animado por la Voluntad Suprema y formado sobre la solidez de la santidad y del amor más puro. Así que desde el más pequeño hasta el más grande de nuestros actos emanaba alegrías, felicidad, bienaventuranzas inmensas y nosotros quedábamos talmente inundados, que nos sentíamos bañados por una lluvia torrencial de alegrías y gozos indescriptibles.
Hija mía, tú debes saber que la Divina Voluntad posee por naturaleza la fuente de toda alegría y cuando reina en la criatura se complace comunicándole a cada uno de sus actos el acto nuevo y continuo de sus alegrías y felicidad.
¡Oh, qué felices éramos! ¡Todo era paz, unión suma y nos sentíamos honrados de obedecernos el uno al otro! ¡Hasta mi querido Hijo, a cual más, quería ser mandado en los pequeños quehaceres tanto por mí como por el querido San José! ¡Oh, qué bonito era verlo ayudar a su padre putativo en los trabajos manuales, verlo tomar sus alimentos! ¡Cuántos actos de gracia hacía correr en aquellos actos a beneficio de todas las criaturas!
Ahora bien, querida hija mía, escúchame; en esta casa de Nazareth fue formado, en tu Madre y en la humanidad de mi Hijo, el Reino de la Divina Voluntad, para donarlo a la familia humana cuando se dispusiera a recibir el bien de este Reino. Mi Hijo era Rey y yo era Reina, sin embargo éramos Reyes sin un pueblo; nuestro Reino bien podía abarcar a todos y darle vida a todos, sin embargo estaba desierto, pues era necesario que primero viniera la redención, para preparar y disponer al hombre para que pudiera entrar a este Reino tan Santo; tanto más que, siendo poseído por mí y por mi Hijo, que pertenecíamos según el orden humano a la familia humana y en virtud del Fiat Divino y del Verbo encarnado a la familia divina, las criaturas recibían el derecho de entrar a este Reino y la Divinidad, cediendo sus derechos, dejaba las puertas abiertas para quien quisiera entrar. Por eso, nuestra vida oculta, la cual duró tantos años, sirvió para prepararles el Reino de la Divina Voluntad a las criaturas.
Esta es la razón por la que quiero darte a conocer lo que hizo en mí el Fiat Supremo, para que te olvides de tu voluntad y dándole la mano a tu Madre, te pueda conducir en los bienes que con tanto amor te he preparado.
Dime, hija de mi Corazón, ¿nos complacerás a mi querido Hijo y a mí, que con tanto amor te esperamos en este Reino tan Santo, para que vivas junto con nosotros y vivas enteramente de Voluntad Divina?
Querida hija mía, escucha, otro exceso de amor que mi amado Jesús me donó en esta casa de Nazareth: él me hizo depositaria de toda su vida.
Cuando Dios hace una obra no la deja suspendida en el vacío, sino que siempre busca una criatura en la cual poder encerrar y apoyar toda su obra, de lo contrario correría el peligro de que Dios expusiera sus obras a la inutilidad, lo cual no puede ser. Es por eso que mi amado Hijo depositaba en mí sus obras, sus palabras, sus penas, todo, hasta sus respiros depositaba en mí. Retirándonos a nuestra habitación él tomaba la palabra y con una dulzura extraordinaria me narraba todos los Evangelios que debía predicar al pueblo, los sacramentos que debía instituir, todo me confió y depositando todo en mí me constituyó canal y fuente perenne, porque de mí debía salir su vida y todos sus bienes a beneficio de todas las criaturas.
¡Oh, cómo me sentía rica y feliz al sentir que mi amado Hijo Jesús depositaba en mí todo lo que hacía! La Divina Voluntad que reinaba en mí me daba el espacio para poder recibirlo todo y Jesús se sentía correspondido de parte mía por todo el amor y la gloria de la obra de la redención.
¿Qué cosa no llegué a recibir de Dios por no haber hecho nunca mi Voluntad sino siempre la suya? Todo, hasta la vida misma de mi Hijo estaba a mi disposición y mientras era siempre mía, podía bilocar la vida de mi Hijo para dársela a quien me la pidiera con amor.
Y ahora, hija mía, unas palabras para ti. Si te decides a hacer siempre la Divina Voluntad y nunca la tuya, viviendo en ella, yo, tu Madre, depositaré todos los bienes de mi Hijo en tu alma. ¡Oh, qué afortunada te sentirás! Tendrás a tu disposición una vida divina que te dará todo; y yo, como verdadera Madre tuya, cuidaré que esta vida divina crezca en ti y forme el Reino de la Divina Voluntad en tu alma.
El alma:
Madre Santa, me abandono en tus brazos. Soy una de tus hijas más pequeñas que siente la extrema necesidad de tus cuidados maternos. Te suplico que tomes mi voluntad y la encierres en tu Corazón; nunca más me la vayas a dar, para que pueda ser feliz viviendo siempre de Voluntad Divina. Así te complaceré a ti y a mi amado Jesús.
Propósito:
Para honrarme en este día, vendrás a visitarme tres veces a la casa de Nazaret y para honrar a la Sagrada Familia recitarás tres veces el « Padre Nuestro », el « Ave María » y el « Gloria al Padre », pidiéndonos que te admitamos a vivir entre nosotros.
Jaculatoria:
« Jesús, María y José, háganme vivir junto con ustedes en el Reino de la Voluntad de Dios. »
MEDITACIÓN PARA EL VIGÉSIMO QUINTO DIA
Nazareth: símbolo y realidad del Reino de la Divina Voluntad
Hermanos, la Reina del cielo, juntamente con el amado Niño Jesús, hoy quieren hacernos ver cómo su vida en Nazaret, en compañía del Santo José, fue el lugar en donde la Divina Voluntad extendió su Reino perfecto en ese pedacito de tierra.
La casa de Nazaret se convirtió en aquel Paraíso que Dios había dado al hombre y que por Adán había perdido.
Sólo en esta familia de Nazaret, habitaba la Divina Voluntad. En el Niño Jesús por ser al mismo tiempo Dios y hombre era poseída totalmente esta Divina Voluntad por virtud propia. En la Virgen María, la Divina Voluntad fue poseída por gracia, ya que era criatura finita. Y en José, por no haberse dado todavía la redención, tomó los reflejos de la vivencia que Jesús y María hacían de esta Divina Voluntad.
En esta casa de Nazaret estaba en pleno vigor el Reino de la Divina Voluntad. Es decir, todo estaba dirigido por la Divina Voluntad y todo estaba formado sobre la solidez de la santidad y del más puro Amor. Todo emanaba alegría, felicidad, bienaventuranza inmensa, paz, unidad, obediencia y gozo porque la Divina Voluntad es su fuente.
Este vivir en la plenitud de la Divina Voluntad, era en beneficio de toda la humanidad, ya que al ser formado este Reino en la casita de Nazareth, era para donarlo a la familia humana cuando se dispusiera y estuviera lista para recibirlo.
Había que esperar la Redención que era la que debía preparar al hombre para que pudiera entrar en este Reino tan Santo. Esta vida oculta en Nazaret, sirvió para que la Sagrada Familia preparara este Reino de la Divina Voluntad a toda la humanidad.
Hermanos, cuanta alegría podría haber sentido el Padre Celestial, que después de tantos siglos, su voluntad Divina pudiera reposar en el corazón de esta Sagrada Familia de Nazaret. Pidámosle su intercesión a esta Familia, para que la Divina Voluntad venga también a establecerse en nosotros que habiendo acogido la redención ya estamos listos para iniciarnos en esta preparación para disponernos a recibir tan inmenso Don.
Jesús, María y José, os entrego el alma mía, para que la dispongan a recibir el Don de la Divina Voluntad.
Muy feliz de haber conocido toda esta literatura, excelente comentarios, bueno toda, realmente estoy fascinada
Agradecida de haber conocido toda esta literatura.